Las várices y los capilares son un trastorno estético que, en casos avanzados, puede convertirse en un problema de salud.

Afectan a gran parte de la población y tienen un origen principalmente hereditario, aunque otros factores como el sobrepeso, los embarazos, los trastornos hormonales y actividades prolongadas que obligan a estar de pie también pueden influir en su desarrollo o agravamiento.

El tratamiento de los capilares se realiza con láser, cuya onda es atraída por la hemoglobina de la sangre que circula por el vaso. Esto genera un calentamiento puntual que destruye el capilar y lo cierra. Habitualmente, se combina con técnicas como la esclerosis química y la crioesclerosis, que consisten en inyectar un medicamento mediante finísimas agujas, a temperatura ambiente o congelada, respectivamente. Estas técnicas irritan la pared interna del capilar, logrando cerrar el paso de la corriente sanguínea.

Para las venas de mayor diámetro de la red reticular, se recomienda el uso de microespuma, que se distribuye por áreas más amplias, sin mezclarse con la sangre y actuando exclusivamente sobre la pared interna de los vasos. La microespuma también puede utilizarse para tratar várices troncales, aunque en estos casos se puede optar por diversas cirugías, ya sean parciales o completas, o por el Endoláser, que también requiere quirófano.